Francisco Javier Segura Márquez.
¡Qué dulce tu mirar, como entornado,
dejando el mundo lleno de dulzura!
¡Qué etéreo descender desde la altura
tu gracia, por quedarse a nuestro lado!
Que venga y permanezca, como alado
corazón que se posa en mi amargura.
Así podré olvidar toda premura,
quedándome en tu cielo acomodado.
Y no acabar jamas, y encadenarme,
y hacerme plata y luz para tu faro
y otoño por que puedas abrazarme.
El alma y el espíritu preparo.
Vendré al atardecer para encontrarme
-raudal de amor tierno-, con tu Amparo.