EL SIMPECADO DE GALA DE LA HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL AMPARO.
Por José Manuel Yuste Álvarez
(Publicado en nuestro boletín “Amparo” n º. 37 de Noviembre de 2008.)
En las reglas fundacionales de la Hermandad de 1736 queda más que manifiesto el carisma rosariano[1] como principio fundamental de su instituto: rendir culto a su hermosa Imagen titular y extender su devoción con el fomento de su Santísimo Rosario. De hecho las reglas ordenaban el ejercicio del Santo Rosario todas las noches del año después del toque de oraciones. Los hermanos se congregaban ante el Altar de la Virgen del Amparo, que estaría descubierto para que pudiera verse su Imagen, y tras el rezo de los ritos iniciales, salían a la calle en procesión portando cruz, faroles y un Simpecado, cantando un tercio del Rosario y las Letanías. Se concluía de nuevo ante la Virgen con un responso por hermanos y bienhechores difuntos. El 25 de diciembre de 1755 salió por vez primera otro rosario, llamado de madrugada, que se iniciaba con una Misa en el Altar de la Virgen y concluía al alba con el regreso de la procesión. Este rosario de madrugada se instituyó para los días de fiesta. [2]
Estos rosarios públicos son la manifestación más característica de la religiosidad popular sevillana y de la devoción mariana de la capital y buena parte de Andalucía desde finales del s. XVII hasta mediados del s. XIX. Parece que el primer rosario público celebrado en Sevilla fue el de la Hermandad de Nuestra Señora de la Alegría de San Bartolomé, el 17 de junio de 1690. Además de la cruz y los faroles, la insignia más característica era el Simpecado, estandarte en forma de M (María), relacionado directamente con la cuestión concepcionista, de ahí su nombre, y que solía estar confeccionado en ricas telas bordadas. Porta en el centro una representación de la Virgen, generalmente trasunto de la Imagen titular de la corporación. Era habitual que las hermandades y cofradías rosarianas tuvieran más de un simpecado, a veces con los colores litúrgicos (rojo, blanco o incluso morado para cuaresma o rosarios penitenciales, etc.), sin embargo, uno de ellos era siempre más rico y precioso, denominándose de hecho Simpecado de gala, y estaba destinado a salir únicamente en las Fiestas más importantes de la Hermandad y, sobre todo, en la denominada Novena de calle, celebrada los días previos a la Función Principal. En esta ocasión el rosario público se celebraba con mucho mayor boato, no sólo por la mayor riqueza de las insignias, sino porque se contaba con la participación de capillas musicales con instrumentos de viento y de cuerda, campanillas y cantores, que además de las ave marías entonaban coplas alusivas a la devoción al Santísimo Rosario y a la Imagen Titular de la Santísima Virgen.[3]
La Hermandad de Nuestra Señora del Amparo, contaba efectivamente con varios simpecados para estos rosarios diarios, pero al parecer no contó con su Simpecado de gala hasta los primeros años del S. XIX. Así, tras la reorganización de la Hermandad en 1801,[4] pronto se vio la necesidad de poseer esta rica insignia. En el acta de la Junta de Hacienda celebrada el 19 de enero de 1802 podemos leer:
“Ultimamente se hizo presente que no tenía la Hermandad un Simpecado de gala para la Novena del Santísimo Rosario, porque los que existían estaban mui biejos é indecentes, y que tampoco tenía fondos para costearlo; por lo que se acordó de conformidad que se formara un Librete y este se manifestara a los debotos de Nuestra Amantísima Madre y Señora del Amparo para que voluntariamente fueran subscribiendo las cantidades de limosna con que quieran y puedan contribuir para su construcción [sic]”[5]
A pesar de que en las actas sucesivas el Rosario público está omnipresente, no es hasta dos años después que no vuelve a tocarse el tema del nuevo Simpecado de gala. En Junta de Hacienda de 23 de febrero de 1804 se destina una partida de dinero que quedó a favor de la Hermandad para que quede en poder del, “Señor Don José de Medina y Rivas, y el Sr. D. Patricio de Puertas, como Diputados nombrados para un nuevo Simpecado de gala para el Santísimo Rosario, el que debe empezarse de contado, quedando al arbitrio de dichos señores Diputados elegir el Dibuxo que les paresca más gracioso y de más gusto, como también recoger y colectar las Limosnas que puedan a fin de que a la mayor brevedad pueda conseguirse su conclusión por ser una Alaja de consideración, de mucho costo, y que en el día hace mucha falta al lucimiento del Rosario. [sic]”[6]
El día 20 de diciembre de 1804 D. Juan Antonio Calonge firma haber recibido de D. José de Medina, como Diputado de la Hermandad, 3150 reales en pago de varios géneros, entre ellos 2120 reales por 8 varas de tisú de plata con labor “para el Simpecado nuevo que se va a construir para dicha Hermandad. [sic]”[7] Se trata del mismo tisú que conserva el Simpecado en la actualidad.
En Junta de Hacienda de 10 de agosto de 1805, el Sr. D. José de Medina informa que el Simpecado está ya bordándose, estando prevista su finalización para la Novena. Aparece en esta acta el principal problema que acabó retrasando el estreno del Simpecado, la falta de fondos. De los 30.000 reales en que se estimaba el coste de la obra, sólo se disponía de 5.000, sugiriéndose de nuevo la necesidad de abrir un Librete para recoger las limosnas.[8]
Ya con anterioridad, el 21 de mayo de 1805, Francisca de Paula Zuloaga, firmó recibo por “tres mil reales de bellón en oro moneda de a cuatro duros a cuenta del Simpecado [sic]”[9], entregándosele la misma cantidad el día 6 de julio del mismo año[10] y 2000 reales más el 18 de octubre. [11]
El archivo de la Hermandad es rico en detalles sobre la confección, procedencia y autoría de los diferentes enseres encargados para el Simpecado. Son varios los recibos firmados por la maestra bordadora Francisca de Paula Zuloaga, siendo igualmente mencionada en las actas y. como documento excepcional, en el manuscrito hallado en el interior del Simpecado bajo el lienzo de la titular en que se la nombra junto a otras cinco oficialas de su taller que tomaron parte en la ejecución de la obra. Pocos datos conocemos de esta bordadora, que al parecer estuvo en activo durante la primera mitad del s. XIX. Suyos son también el terno celeste de la catedral de 1841[12] y una saya para la Virgen de las Mercedes de Bollullos del Condado de 1839[13].
[También es de Francisca de Paula Zuloaga la desaparecida túnica del Señor del Gran Poder (1817) reproducida entre 2019 y 2020 por el Taller Santa Bárbara siguiendo el dibujo de Francisco Javier Sánchez de los Reyes. Nota incluida en 14 de mayo de 2020]
Conocemos igualmente el nombre y el coste del lienzo de la Santísima Virgen, Salvador Gutiérrez, desconocido pintor que cobró por su trabajo 650 reales de vellón[14] y del que también se halló constancia documental bajo el lienzo del Simpecado.[15] Este mismo documento parece atribuir también a este autor el dibujo o diseño del Simpecado.
- El 21 de octubre de 1805 Simón de los Villares recibía 323 reales de vellón por nueve varas y media de paño de seda blanca para el forro del Simpecado.[16]
- El 26 de enero de 1806, Manuel Baró recibe 241 reales y 17 maravedíes por once varas y media de bayeta pajiza para forrar el cajón donde debe guardase el Simpecado.[17]
- El 31 de enero de 1806, Gabriel Rodríguez recibe 286 reales por la madera, clavazón y el trabajo de hechura y forrado de dicho cajón.[18]
- El 14 de marzo de 1806 se le entregan de nuevo 3000 reales a la bordadora[19] y el 11 de septiembre 12000 más, afirmando restarle aún por cobrar 7000 reales.[20]
- El 30 de julio Juan Manuel Calonge recibe 2700 reales por los cordones y borlas de oro y plata finos con piedras para el Simpecado nuevo.[21]
- También el día 11 de septiembre Francisca de Paula Zuloaga recibe 700 reales por gastos menores (confección del fleco, tabla, hierro para el simpecado…),[22] así como 300 reales de gratificación para repartirlos entre las cinco oficialas que participaron en el bordado a razón de 60 reales cada una.[23]
A pesar de los esfuerzos de la Hermandad para recabar limosnas para la hechura del Simpecado, gran parte de estos gastos fueron adelantados por el propio D. José de Medina y Rivas y por el mayordomo D. José Domingo del Valle. Sin embargo, no se escatimó en absoluto, pues es obvio que la obra se fue de presupuesto. Esto obligó a la Hermandad a enajenar seis candeleros y una araña de plata, si bien el comprador fue un bienhechor que se comprometía a prestar dichos enseres todos los años para los cultos de la Santísima Virgen.[24] Importante fue el donativo de 1000 reales efectuado en noviembre de 1806 por el Excmo. Sr. Conde de Fuenteblanca, Gobernador del Consejo de Hacienda.[25] Además se vendieron por un importe total de 900 reales algunas alhajas rotas o que ya no se usaban. Durante todo este tiempo el Simpecado, probablemente concluido a finales de 1805 o comienzos de 1806 permanecía en el taller de bordado, no quedando claro si pudo ser estrenado en la Novena de calle de 1806 ó en la de 1807, afirmándose estar totalmente pagado en el acta de la Junta de Hacienda celebrada el 4 de diciembre de 1807.[26]
El Simpecado de gala, el último de los grandes en palabras de Juan Martínez Alcalde, es una hermosísima obra neoclásica, con reminiscencias barrocas, que destaca por su tamaño y por la riqueza del tejido de soporte y del bordado, a base principalmente de huevecillos, talcos, pedrería, canutillo, cartulinas y unas diminutas lentejuelas. La inexistencia hoy día de lentejuelas tan pequeñas ha obligado a sustituir las perdidas por otras de mayor tamaño. Ni siquiera se fabrican hoy día las finísimas agujas que hicieron posible su colocación. La magnífica restauración de D. José Ramón Paleteiro, conservando el tejido base de tisú adquirido en 1804, ha puesto de relieve fundamentalmente las horas de trabajo y la delicadeza y dedicación de aquellas oficialas que trabajaron en el bordado de la pieza, así como la calidad de los materiales.
Con anterioridad a la hechura de este simpecado se usaba para la novena de calle un simpecado de glasé de plata con el escudo de la Hermandad en el centro con una orla bordada en oro y una María por la espalda y que se quiso arreglar en 1830 para que pudiese salir en la Procesión de la Santísima Virgen.[27]
Al tratarse en 1830 de este simpecado antiguo se afirma que no tenía vara para poder ser sacado. Es quizá la vara de plata del Simpecado de gala la pieza menos documentada de todas, no estando claro si se hizo nueva, algo que parece improbable dados los problemas económicos de la Hermandad, o si, más bien, se aprovechó otra anterior. En efecto en Junta de Hacienda celebrada el 17 de agosto de 1806 se ruega al Sr. Prioste D. Miguel del Castillo que haga entrega de los tres cañones de plata nuevos que ha habido que hacer para la vara del Simpecado. Parece deducirse que simplemente se aumentó el tamaño de una vara de plata preexistente para adaptarse a la monumentalidad de la nueva insignia.[28] La vara de plata que ha llegado hasta nuestros días, y que ciertamente sorprende por su extrema longitud (343 cm.), posee marcas de autoría en un único cañón, siendo imposible saber si se trata de uno de los tres nuevos o de los anteriores, pues la decoración neoclásica se repite por igual en todos. Los cañones muestran la naturalidad de la plata lisa, resaltada por unos adornos simples en forma de pabellón que los circundan y que junto a los nudetes que separan los diferentes cañones muestran sin distracciones la estructura formal de la obra, característica puramente neoclásica. La cruz que remata el asta es igualmente sencilla, de líneas rectas y con breves adornos incisos apenas visibles. En el crucero presenta dos medallones, mostrando el corazón alado en un lado y una María en el otro. La cruz carece de marcas.
Las marcas de uno de los cañones de la vara a las que antes aludíamos adjudican la obra a PALOMINO, sin inicial, mostrando además las marcas GARCÍA 10 que corresponden al contraste José García Díez. García desempeñó su labor desde al menos 1785 hasta 1804, aunque según D. José Manuel Cruz Valdovinos[29] debió continuar su labor algunos años más. Tal vez este cañón sea prueba de ello. Figura también el NO8DO que desde finales del s. XVIII sustituye a la giralda como marca de la ciudad.
En cuanto al platero, la saga de la familia Palomino abarca gran parte de los siglos XVIII y XIX aunque parece que el uso del apellido a solas sin inicial puede atribuirse según D ª María Jesús Sanz Serrano[30] a Manuel o a Miguel Palomino, si bien por fechas y por el estilo neoclásico que presenta la vara podría más bien ser adjudicada a Miguel María Palomino, gran introductor de este estilo en la platería sevillana durante el primer tercio del s. XIX. Esto pudiera verse corroborado porque la Hermandad recurre en 1811 a este platero para tasar al peso alhajas de plata, entre las que se encuentran nueve cañones de plata del simpecado, según se recoge en una diligencia en el Libro 2º de Acuerdos de la Hermandad.[31]
Podemos dar gracias a Dios de que haya podido llegar hasta nuestros días esta magnífica insignia, la más rica de la Hermandad. Desde mediados del s. XIX el ejercicio diario del Rosario público comenzó a decaer, limitándose primero sólo a las fiestas y por último y hasta la década de los sesenta del s. XX al Rosario de la Aurora del día del Patrocinio en que se hacía estación al Convento de San Buenaventura. La Hermandad ha hecho un gran esfuerzo para que fuera posible su restauración integral y, Dios mediante, este año podremos volver a ver en la calle de nuevo el Simpecado de Gala, que durante tantos años presidió el Santo Rosario. Concluimos con las palabras del Papa Juan Pablo II: “porque el Rosario, comprendido en su pleno significado, conduce al corazón mismo de la vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y fecunda, espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la nueva Evangelización.”[32]
NOTAS
[1] Roda Peña, Jose, Noticias sevillanas del siglo XVIII. La Virgen del Amparo y el terremoto de Lisboa de 1755, Sevilla, 2005, p. 24-25.
[2] Ibidem, p. 26.
[3] Romero Mensaque, Carlos José, El Rosario en Sevilla : Devoción, Rosarios públicos y Hermandades, Sevilla, 2004, p. 45-66.
[4] La reorganización fue necesaria pues habían fallecido muchos hermanos, incluido oficiales, en la epidemia de fiebre amarilla de 1800.
[5] Libro 2º de los Acuerdos de la Ylustre Hermandad de María Santísima del Amparo, sita en la Parroquial de Sta. Mª Magdalena. Da principio en 18 de diciembre del año de 1800 (f. 11)
[6] Ibidem, (f. 19-19 vto.)
[7] Archivo Hermandad del Amparo, Carpeta 5, recibo nº 65.
[8] Libro 2º de los Acuerdos… (f. 26 vto.)
[9] A.H.A., Carpeta 6, recibo nº 1.
[10] Ibidem, recibo nº 2.
[11] Ibidem, recibo nº 4.
[12] Gestoso Pérez, José, Sevilla monumental y artística, Ed. facsímil, T. II, p. 418, Sevilla, 1984. Aquí se afirma que trabajaron con ella sus hermanas D ª Rita y D ª Patrocinio López.
[13] http://www.consejodehermandades.com/mercedes/historia.htm (consultada el día 06/10/2008)
[14] Ibidem, recibo nº 3.
[15] En este mismo boletín se da cuenta de la restauración del lienzo llevada a cabo por D. José J. Fijo y D ª Almudena Fernández.
[16] Ibidem, recibo nº 5.
[17] Ibidem, recibo nº 6.
[18] Ibidem, recibo nº 7.
[19] Ibidem, recibo nº 8.
[20] Ibidem, recibo nº 10.
[21] Ibidem, recibo nº 8.
[22] Ibidem, recibo nº 11
[23] Ibidem, recibo nº 12
[24] Libro 2º de los Acuerdos… (f. 43-43 vto.) Por cabildos posteriores sabemos que fue el propio mayordomo D. José Domingo del Valle.
[25] Ibidem (f. 51)
[26] Ibidem (f. 60)
[27] Ibidem (f. 157)
[28] Ibidem (f. 44 vto.)
[29] Cruz Valdovinos, José Manuel, Cinco siglos de platería sevillana, Sevilla, 1992, p. CIII.
[30] Sanz Serrano, María Jesús, La Orfebrería sevillana del barroco, Sevilla, 1976, T. II, p. 61-62.
[31] Libro 2º de los Acuerdos… (f. 75)
[32] Exhortación Apostólica en Europa (n. 79)